El Inmortal Thor 22 (Pre-venta: 11/09/2025)

En el corazón de la Ciudad Infinita, un lugar donde las realidades se entrelazan y el tiempo se pliega sobre sí mismo, Odinson, el Inmortal Thor, se preparaba para la batalla de su vida. El aire estaba impregnado de electricidad, un indicio del enfrentamiento titánico que estaba por ocurrir. Su martillo, Mjolnir, resplandecía con un brillo ancestral, mientras los ecos de antiguas leyendas resonaban en su mente.

Frente a él, en el centro del laberinto, se alzaba Kemur, una criatura de pesadilla, un híbrido de fuerza y ferocidad. Su forma cambiaba con cada latido de su corazón: a veces era un toro imponente, con cuernos que desafiaban al mismo cielo; a veces un halcón, cuyas alas cortaban el aire como cuchillas; y en otras ocasiones, una serpiente que se deslizaba silenciosa, lista para atacar. El fuego brotaba de su ser, y en su esencia ardía la furia de mil batallas. Era el Dios de la Violencia, un ser que disfrutaba del caos y la destrucción.

La tensión era palpable. Thor, el héroe que había defendido los reinos de los dioses y los mortales, sabía que esta no era una lucha ordinaria. Kemur no solo era un adversario; era un concepto, una manifestación de la violencia misma. La batalla que se avecinaba no era solo por la supervivencia, sino por el equilibrio del cosmos.

Con un grito de guerra que resonó en toda la Ciudad Infinita, Thor levantó su martillo. "¡Por Asgard y todos los que han caído, me enfrento a ti, bestia!" La energía acumulada en Mjolnir iluminó el laberinto con un resplandor dorado, mientras se lanzaba hacia Kemur.

El enfrentamiento comenzó con un estruendo, un choque de titanes que sacudió los cimientos de la realidad. Kemur embestía como un toro furioso, pero Thor esquivaba con la agilidad de un halcón, lanzando poderosos golpes que hacían temblar el suelo. En respuesta, Kemur contraatacaba con ataques voraces, su serpiente interior deslizándose entre las sombras, buscando la oportunidad perfecta para morder.

A medida que la batalla avanzaba, ambos combatientes se dieron cuenta de que la violencia no solo era su aliada, sino también su enemiga. Cada golpe, cada ataque, parecía alimentarse de la energía del otro, creando un ciclo interminable de destrucción. Thor sabía que debía encontrar una forma de romper ese ciclo, de convertir la violencia en algo que no solo destruyera, sino que también construyera. 22

"¡No serás solo un símbolo de caos, Kemur!" gritó Thor, canalizando su fuerza en un único golpe. "¡Hoy, aquí, la violencia se convertirá en fuerza para proteger, no para destruir!" Con esas palabras, lanzó Mjolnir con tal potencia que el aire se desgarró a su alrededor, apuntando directamente al corazón de la bestia.

El impacto fue monumental. Una explosión de luz y energía inundó el laberinto, y por un instante, el tiempo se detuvo. Cuando la luz se disipó, ambos combatientes yacían en el suelo, exhaustos, pero con una nueva comprensión. La ciudad, que había sido el escenario de su lucha, ahora comenzaba a sanar, y la violencia que una vez los había definido estaba dando paso a una nueva era.

Aunque ninguno de ellos había salido ileso, ambos comprendieron que la verdadera batalla no era solo entre ellos, sino dentro de cada ser vivo que había experimentado la guerra y el conflicto. Thor se levantó, mirando a Kemur. "Quizás no debamos ser enemigos, sino aliados en esta lucha por un futuro mejor."

Y así, en el centro de la Ciudad Infinita, el Inmortal Thor y el Dios de la Violencia encontraron un nuevo propósito. Juntos, comenzaron a reconstruir lo que había sido destruido, forjando un camino hacia la redención y la paz, un camino donde la violencia se transformaba en fuerza para proteger, y donde el sacrificio de los héroes no sería en vano. 22

El Inmortal Thor 22